miércoles, 26 de diciembre de 2012

Errores inocentes



Cuando se acercan las fiestas navideñas muchos aprovechamos para tener un detalle con nuestros socios, colaboradores o clientes. Una sencilla tarjeta de felicitación enviada a tiempo puede contribuir en gran medida a la fidelización de nuestros clientes, pero ojo, aunque se trate de una inocente frase de congratulación, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice en otros idiomas, ya que nos va la imagen en ello. Y, si no, que se lo pregunten al presidente francés, François Hollande, que remitió la siguiente carta a su homólogo estadounidense para felicitarlo por su reciente reelección:



En la Casa Blanca quizás aún se estén preguntando por el incierto significado de la palabra que François Hollande garabateó a mano junto a la firma de su misiva. El caso es que su «friendly» no es más que una traducción literal del francés «amitiés», que en este caso debería haberse convertido, por ejemplo, en un simple «best wishes» o en un más sobrio «yours sincerely». En román paladino, un inofensivo «saludos» o un respetuoso «atentamente».


Si en las más altas esferas se producen estos gazapos, muchos se dirán que un pequeño desliz lingüístico no tiene tanta importancia. Sin embargo, a lo largo de la historia se pueden contabilizar no pocas desgracias que hubiesen podido evitarse con una buena traducción.

Un caso extremo sería el de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. Quizás el error de traducción no tuvo en realidad nada que ver con la decisión de lanzar las bombas, pero la sola posibilidad de que así fuese, merece citar la holocáustica anécdota.

En julio de 1945, los aliados, a través de la Declaración de Potsdam, exigieron la rendición total e incondicional de Japón y, en caso contrario, amenazaron con llevar a cabo «una completa destrucción de las fuerzas armadas japonesas y también la inevitable y completa devastación de la tierra japonesa». La respuesta del primer ministro del país nipón, Kantaro Suzuki, fue un escueto «mokusatsu», que en japonés quiere decir «sin comentarios», ya que, al parecer, el gobierno nipón estaría aún debatiendo sobre la declaración, que no les parecía, en principio, completamente inaceptable. Sin embargo, muchos lo entendieron como un «ignoramos y despreciamos el tema». Diez días después de esta declaración, se llevó a cabo el ataque atómico por parte de Estados Unidos.

Ni siquiera la Biblia se libra de los errores históricos de traducción. Por ejemplo, cuando Cristo dice que «Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de los cielos», en realidad estaríamos ante una mala traducción al latín del texto en griego, que hacía referencia a una soga y no a un camello.

A modo de conclusión diremos que una mala traducción no le expondrá necesariamente a un ataque nuclear, pero si quiere evitar ponerse usted mismo la soga al cuello, es recomendable que confíe siempre en la ayuda de lingüistas profesionales. Más vale no jugar con la sensibilidad lingüística de sus clientes y tener las fiestas en paz. ¡Feliz Navidad y próspero 2013!