Cuando se acercan las fiestas navideñas muchos aprovechamos
para tener un detalle con nuestros socios, colaboradores o clientes. Una
sencilla tarjeta de felicitación enviada a tiempo puede contribuir en gran
medida a la fidelización de nuestros clientes, pero ojo, aunque se trate de una
inocente frase de congratulación, hay que tener mucho cuidado con lo que se
dice en otros idiomas, ya que nos va la imagen en ello. Y, si no, que se lo
pregunten al presidente francés, François Hollande, que remitió la siguiente
carta a su homólogo estadounidense para felicitarlo por su reciente reelección:
En la Casa Blanca quizás aún se estén preguntando por el incierto
significado de la palabra que François Hollande garabateó a mano junto a la
firma de su misiva. El caso es que su «friendly»
no es más que una traducción literal del francés «amitiés», que en este caso debería haberse convertido, por ejemplo,
en un simple «best wishes» o en un
más sobrio «yours sincerely». En
román paladino, un inofensivo «saludos» o un respetuoso «atentamente».
Si en las más altas esferas se producen estos gazapos, muchos
se dirán que un pequeño desliz lingüístico no tiene tanta importancia. Sin
embargo, a lo largo de la historia se pueden contabilizar no pocas desgracias
que hubiesen podido evitarse con una buena traducción.
Un caso extremo sería el de las bombas atómicas arrojadas
sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. Quizás el
error de traducción no tuvo en realidad nada que ver con la decisión de lanzar
las bombas, pero la sola posibilidad de que así fuese, merece citar la
holocáustica anécdota.
En julio de 1945, los aliados, a través de la Declaración de
Potsdam, exigieron la rendición total e incondicional de Japón y, en caso
contrario, amenazaron con llevar a cabo «una completa destrucción de las
fuerzas armadas japonesas y también la inevitable y completa devastación de la
tierra japonesa». La respuesta del primer ministro del país nipón, Kantaro
Suzuki, fue un escueto «mokusatsu»,
que en japonés quiere decir «sin
comentarios», ya que, al parecer, el gobierno nipón estaría aún debatiendo
sobre la declaración, que no les parecía, en principio, completamente
inaceptable. Sin embargo, muchos lo entendieron como un «ignoramos y
despreciamos el tema». Diez días después de esta declaración, se llevó a cabo
el ataque atómico por parte de Estados Unidos.
Ni siquiera la Biblia se libra de los errores históricos de
traducción. Por ejemplo, cuando Cristo dice que «Más fácil es pasar un camello
por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de los cielos», en
realidad estaríamos ante una mala traducción al latín del texto en griego, que
hacía referencia a una soga y no a un camello.
A modo de conclusión diremos que una mala traducción no le
expondrá necesariamente a un ataque nuclear, pero si quiere evitar ponerse
usted mismo la soga al cuello, es recomendable que confíe siempre en la ayuda
de lingüistas profesionales. Más vale no jugar con la sensibilidad lingüística
de sus clientes y tener las fiestas en paz. ¡Feliz Navidad y próspero 2013!